En aquel portal que en Belén lucía
ya no brillan estrellas, sol y luna.
Solo refulge el llanto de criaturas
que no saben si alboreará otro día.
Allí donde un niño Jesús nacía
solo se escuchan gritos de amargura,
clamando que termine esa locura
que está dejando sus vidas vacías.
Allí donde germinó la Navidad
hoy ya no hay incienso, ni mirra, ni oro.
Solo ecos de una insoportable crueldad.
Allí donde un instante era un tesoro,
se desató una sangrienta tempestad
que engendró dolor, desespero y lloro.
Cuesta muy mucho la Navidad celebrar
habiendo como hay heridas sin restañar;
gentes contemplando sus vidas cercenar,
sin esperanza alguna que poder alimentar.
A los gazatíes, condenados a vivir otra Navidad