Se escucha otro latido,
otra música - ajena,
desesperada y breve-
en la tarde poblada de tinieblas.
Un esqueje de sangre y desengaño,
una tenue y sedienta
melodía, precisa
como la maquinaria de la pena.
Y una brisa envanece
la silueta perversa
de los retratos - viejos y gastados-
de aquellos que se fueron, con tristeza,
a buscar la memoria de las cosas,
la música escondida y sin respuesta.
(Ya no cantan los pájaros
en la oscura alameda)