Bajo el influjo
de una luna enmelada,
atisba el surco naciente
de un horizonte de grana.
Satén de espuma rosácea
sobre las olas cabalga;
llega el corcel del cielo
en una alfombra soleada.
Las crines del sol despuntan
en centellas nacaradas.
Mil ojos contemplativos
punzan con filo de alas
las plumas de los navíos
que se tiñen de esmeralda.
La ciudad se desdibuja
envuelta en bruma y nostalgia,
en óleos de sal vertidos
sobre el lienzo de la playa.