Cautivas en doradas redes,
ocho inquietas letras
pugnan presurosas
por desenredar su vuelo.
De un beso las primeras
brotan del alma sin anuncio,
con feracidad las pronuncio
semejando a la primavera.
Pueden sonar a tópico
o a una fácil frase
que toma su sentido
si en mi vida ha existido
amor en esta fase.
Su valor se incrementa
a insignes dimensiones,
válidas para corazones
que la vida enfrenta.
Como revoloteo de mariposas
sobre verso de paso ligero;
en ramillete de delicadas rosas,
se hilvanan en un “te quiero”