Quiero que me dejes descansar,
cuando me haya hecho vieja,
en algún rinconcito de tus alas de plata,
para que mi vuelo se haga más lento
y mis nuevos años no estropeen las dunas
que me regalan agua en el desierto.
El sol me mirará cada mañana
y me escamparé de la lluvia
en las palmeras que encuentre en el camino,
convencida que en el oasis de mis sueños,
beberé algo de tu recuerdo
y acariciaré tu sombra tan querida.
Cuando sienta el cansancio
que ha de llegar con los días,
miraré el fondo de mi alma
para viajar tranquila hacia la noche oscura.
Recordaré el rostro del ayer y las sonrisas jóvenes,
para llenarme de luz y alisar mis arrugas
con un sublime beso a las estrellas.
Y, antes de caer rendida sobre el diván
que me espera todos los días en mi cuarto,
pondré lo bello de la vida en mi mesita de noche
para saber que el tic tac del reloj,
me devolverá la paz de tu mirada.
