Sara, no sé qué nos está pasando,
siento que nos estamos muriendo.
Las cosas bonitas están agonizando.
Los ríos y los peces,
el cielo y lo azul,
el aire y los suspiros,
las piedras en las quijadas de máquinas de hierro.
Y yo sin saber si soy ángel o demonio.
Hay un fenómeno que viene como la noche,
matando todo,
daga de oscuridad acuchillando la luz.
Y nos viene quitando el ser y futuro,
nos deja el puro estar
con muerte cerebral.
La cantidad avasalla calidad.
Hay un gorila que grita y el público se alegra.
Hay muchos gusanos escuchando.
Es para dar tristeza.
Acúsome, Sara, que he amado,
y hubo despertares
que me descubrí horrorizado
con un puñal en la mano.
A veces cuando gané, perdí
y cuando perdí, gané.
Pero nunca me quitaron
y nunca acumulé de más.
Fui el mismo desnudo de siempre,
caminante solitario
brincando de estrella a estrella,
el gran océano de soledad,
fugitivo de la Nada
huyendo de la muerte.
Déjame entrar al refugio de tu cuerpo,
resguardarme en tu belleza simple y grande.
¡Sálvame, Sara!
¡Con tus ojos claros, sálvame!
¡Con tu piel, sálvame!
¡Con tu palabra tibia, cobíjame!
Aloja esto que soy para que no me acabe,
esto que aún sobra…
y no quiere morir.