A menudo son los nombres a las cosas
traición y mentira, amargo desatino…
Y caen al suelo, como tristes mariposas
que no encuentran flor en su camino.
Estas letras, negras lascas caprichosas
adentrándose en el lienzo con destreza
no son más que las espinas de las rosas:
una pica hiriente en pos de la belleza.
No lo dudes ni un segundo
Tras mi coraza de hombre
oculta en lo más profundo
se esconde un alma de niño
que juega a nombrar el mundo.
Pero a mí… Cuando encuentro tu sonrisa
ya no hay voz ni pluma que me nombre
voy sin huesos, carne, piel, camisa,
vuelvo a ser más niño y menos hombre.
Y poco importa ya lo cotidiano,
ermita, olvidar, cuchillo, tierno,
las estúpidas palabras que en mi mano
se deshacen como hielo en el infierno.
Ya sólo queda el viento a nuestra altura,
el más completo silencio (¡por fin!) y la loca
danza sin compás ni compostura
de dos almas moribundas boca a boca.
