Noche de luciérnagas

Vivo sepultado bajo tus párpados abiertos,
risco, noche, gran humo, vaporcito azul, leña quemada
ambicioso, el cuerpo jadea como una inmensa bestia.

El día es infinito, amplio como tu espectro y boca,
hervido como la música, como día preñado,
pero agua es agua, deslizante y eterna, densa.
Sobre este tu cuerpo que es mi cuerpo, arado

por los años, tendido como rio, como jadeo permanente,
como alga deshecha, yo sueño y tu sueñas
dentro de mi polvo enamorado

y junto a mí crece el poeta, la espiga dulce
es una soledad de asfixiante estrella en luto,
dentro de todos se enciende, dentro de todos reposa.

Dueles, martirio desbocado, ciego dormido
cuerpo nocturno, de mí fuiste arrancado; dueles, espacio
del mundo, ruedas por la creación, ardiente hoja pálida.

Dueles, niño dado luz en la luz: flor nacida
me traes semillas, flores mojadas o jardines dispersos,
¿Hace cuántos latidos no vienes a mi carne?.

El sueño perenne te sueña por mi carne, por mí
lengua y torso desnudo; el sueño es un espacio
por donde el alma renace y te vierte.

Sobre cortezas dejo mi cabeza, mis sueños de lirio;
en mi izquierdo naces, tu latir me niega:
las aguas del rio blanco henchido en tu pecho
bañan ahora las riberas amplias de mis venas.

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