Me alegra que las hojas del otoño
sirvan de cortapisa a mis pisadas
cubriendo de ese ocre tan dorado
el camino que emprenderé mañana:
No sabrás pronosticar mi ruta
ni a dónde me conducirá mi karma.
Ese nuevo camino que hoy emprendo
puede que sea muy largo y lacerante,
inacabable, abyecto, fatigado,
una marcha triunfal hacia la nada
que se disolverá pronto en el aire.
No quiero que se quiebren los sollozos
sin haber germinado en tu garganta
ni recibir tan frías como el hielo
las lágrimas que por tu tez resbalan.
Por eso no deseo que me abraces
en una despedida preparada.
Prefiero no tener que recordarte
ni saber que tu ausencia será luego,
cuchillada de hoja bien templada
que al taladrar el tul de mis sentidos
me descubra, al final, huérfana el alma.
Siento tu poema como un espejo que refleja una mezcla de anticipación y melancolía ante un nuevo comienzo.
Las hojas de otoño cubren el camino del futuro, lleno de incertidumbre y posibilidades.
Tus versos son una preparación para una travesía que podría ser ardua y desafiante, pero también reconocen la necesidad de dejar ir y no cargar con el peso de las despedidas planeadas.
Así tus letras se convierten en una expresión de la complejidad de las emociones humanas ante el cambio y la partida.
Muchas gracias, @mariaprieto. Sí has adivinado bien la esencia del poema: el camino nuevo que se va a emprender y que supone una despedida del antiguo, ya agotado. Un abrazo y gracias de nuevo por comentar.
Camino y partida, tú lo has dicho. Ésas son a veces las encrucijadas que nos aguardan ya sean/seamos poetas o no. La forma de afrontar esos cambios y seguir adelante es la que determina un poco el futuro. Muchas gracias por leer y comentar. Un saludo muy cordial.