En el silencio escondido, yace mi pesar,
“No poder llorar, no poder hablar”.
Mis lágrimas, prisioneras de mi mente,
se esconden tras el velo de mi triste presente.
En el eco de la soledad que me abraza,
un nudo en la garganta, la voz se desgarra.
Palabras calladas se desvanecen en el aire,
como suspiros perdidos en un mar de pesares.
El dolor se enrosca en mi ser como hiedra,
un lamento mudo, triste que quema.
En el lienzo de la vida, gris es la paleta,
pintando ausencias con cada pincelada inquieta.
Las sombras se ciernen, en mi pecho anidan,
mientras el alma se torna en un rincón herido.
No hay consuelo en el mutismo que me aprisiona,
“no poder llorar, no poder hablar”, la cruel consigna.
En el susurro del silencio, se desvanecen los suspiros,
un lamento callado, entre sombras, suspiro.
Así transcurre mi travesía, en la penumbra penumbra oculta,
donde la ausencia de lágrimas y palabras insulta.
