Qué dulces las noches en mi paraíso
¡ la luz plateada de la luna plena!
la mar que refresca mis pies en la arena
me envuelve en sus olas, como de improviso.
Tan solo una gota
salpica mi rostro y roza mi boca.
Para estar alegre, no pido permiso,
me limpio los ojos y ahogo mi pena
disfruto la noche, cálida y serena
y hasta el mismo cielo, me abraza sumiso.
Mientras las estrellas
miran de reojo y lucen contentas.
En mis soledades, me siento infinita
como una guerrera, grande y poderosa,
que escucha en silencio la hermosa balada
que una caracola, muy bajo recita.
Alzando las manos, me siento orgullosa
luce en mi cabello, la nueva alborada.
Yo, mujer valiente,
buscaré en el cielo mi ansiada gloria.
Lindo poema, querida Agueda,
Tienes los derechos y libertad
de gritar fuerte y sin pedir permiso
que en cuerpo y alma llevas igualdad
y en tu pecho un gran valor insumiso.