A veces,
quisiera mis dolores fuesen cangrejos
escarbando en la arena
y escondidos escucharan las olas
azotando el techo de su cueva.
Quisiera ser pájaro
que besa y se va,
que no se enamora
ni llora a su amada,
ser feliz y cantar
solo porque clarea el día.
Someterme al destino
de ser halcón peregrino.
Aprender a huir o atacar, sin odio.
No conocer la rabia emponzoñando,
esa púa de alacrán clavada.
Solo el miedo y el hambre,
y el deseo de aparearse.
Ser como las hormigas
que cavan y acarrean migas,
y luchan junto a su colonia
y vuelven a cavar una y otra vez,
tenazmente, siempre,
despreocupadas si hacen bien o mal
al desnudar ramas a mordidas,
ni cuando es ayer o mañana
o si su hoyo es guarida y sepulcro.
Quisiera vivir al filo de instinto
aceptar qué todo es continua pérdida
a no poner cruces en las tumbas,
solo resignarse como los animales,
entender que la esperanza termina
con los huesos,
cuando se hacen polvo.
Porque aunque confieso que he sido feliz,
y conozco los dos polos del corazón
me he sentido enfermo de recuerdos
enfermo de amor
y no me acostumbro,
la verdad es que no puedo,
aceptar,
querer al dolor.