Niega a la luna y el sol

Me llamaron las caracolas,
había mucho ruido,
estaban solas.

Me llamaron para confesarme
el dolor de una muerte lenta,
apagar las luces
de mi presencia.

Niega, por dolor, llamadas de atención,
niega albaricoques en pleno caer,
niega —ninguna explicación—
al sol dar sin recibir.

A la luna, niégate a abrir;
a los ojos, niégate a mirar.
Tu caracola triste,
sol sola,
vacía como amapola,
llena como tulipán.

Niega abrir el desván
del reconocimiento.
Abre tus cadenas,
¡ciérralas por dentro!

Concuerda caracola con aguerrido,
concuerda fiel, sola,
con soldado malherido.

Corroe por dentro, caracola,
niégate a ir en volandas;
que las aves, con su pico,
no te recojan.

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