Ni un día sin poesía,
reza el lema.
Pero qué hondo el silencio
cuando ella
nos olvida.
Cuando su voz,
antes clara y fiel,
nos esquiva.
Las palabras
se adelgazan,
se esconden,
se desvanecen,
conspiran
contra nosotros,
jugando al escondite,
como niebla al sol.
Y quedamos solos,
huérfanos,
con la certeza
de que esa noche
de quebrantos
esa noche no será.