Nace un poema

En la proa del barco de velas arriadas se asoma el poeta. El mar sin olas ni ruidos ya dejó de aburrir, ahora asusta. El cielo es blanco, más claro que el mar de leches. El viento enfría el alma en silencio. El poeta extraña los grises y suplica tormentas, olas que mojen y zarandeen la madera. Su reflejo en el espejo de agua se vuelve mas nítido que la verdad, pero en blanco y negro. El original se carcajea del otro lado. El poeta intenta el salto, fundirse en su yo y el miedo da cien vueltas de cadenas desde sus pies hasta el pecho. Queda apenas el rostro libre, el poeta lo alza y con la vista en el horizonte canta un poema. Por su boca de serpientes escapan las lenguas trenzadas de colores, se enroscan en las estatuas petrificadas que sujetan las velas y las aprietan hasta hacer saltar los ojos. Un amasijo de piedra y polvo desaparece del otro lado de la cubierta, barrido por el viento, y el eco llama por su nombre al poeta. La palabra da vueltas, se va y regresa, regresa y se va, funde las cadenas con su mordida de dientes calientes. El poeta da tres pasos atrás, toma impulso y salta sin apoyar sus manos en la baranda. No existe el sonido en la caída. La imagen sepia del poeta se levanta desde el otro lado y él la imita. Unen primero los pies, luego juntan las rodillas y terminan arrastrados, incapaces de separarse a sí mismos. El suelo, tras la curva, se hace débil, chocan los puños gemelos en el piso blanco y blando. El golpe nace como grito, luego es queja y termina en gemido. Golpe seco, más golpes, puños, manos, piel y dedos. Cruje el hielo, salta el hueso, el poeta escupe sangre y falta vida. Aún hay fuerza en las cabezas, crack de cráneo rojo tinto, choque de toros que embisten. Se abre un hueco del tamaño de un ojo y el poeta mojado de su esencia siente el chorro frío elevarse en el aire. Un violín gime en algún lugar y el poeta se lanza a buscarlo, a hacer con sus uñas el hueco más grande y las pierde como también pierde sus dedos, entonces muerde el frío hasta que solo queda el hueso sin dientes. Se agita el violín. Ahora en el hueco cabe el poeta y lo sabe porque ya está dentro, empujando con la cabeza en lo oscuro. Tira con fuerza, los filos rompen las ropas y cortan la piel en tiras hasta que un silbido húmedo alivia los quejidos que coinciden con el final de la música. El poeta del otro lado se levanta, ya no carga peso sobre sus hombros, le han crecido las uñas y brilla la dentadura sin fisuras. Sigue solo, en el mismo barco que esta vez tiene las velas hinchadas y salpicadas de sal. El cielo es azul y se confunde con las olas que por momentos lo ocultan. El poeta se asoma por babor y estribor, por la proa y la popa sin encontrar su reflejo en el mar. Un delfín le sonríe a lo lejos.

6 Me gusta

Muy interesante, amigo Oliet.
Abrazos

Wow… es muy cautivante leer esta prosa… su anzuelo y carnada te atrapan desde las primeras líneas y aunque te agites y te revuelques, no logras escapar de él.

Tus letras se me antojan enigmáticas y desafiantes, y me invitan a interpretarlas de manera abstracta y simbólica.

Hacia el final parece que el sujeto lírico ha experimentado una especie de liberación y renacimiento, y se encuentra en un entorno más pacífico y en armonía con la naturaleza.

O quizás, todo es simplemente una entrincada metáfora en alta mar, con un encarnizada lucha consigo mismo o contra los elementos y las circunstancias, para expresar lo complejo que es el parir un poema.

Parir un poema, es sufrir, es irse en un velero, ir y venir en la pleamar, en el laberinto de palabras, en las metáforas, en alboradas, en las riberas, en las figuras dantescas…
Es encontrarte contigo mismo
Estupendo

Gracias, que sople el viento en las velas

Toda una auténtica odisea ese nacimiento del poema! Muy interesante y pasional, a mí también me ha atrapado… :heart_eyes:
Te felicito, compañero! :clap: :clap:

Muchas Gracias