Musa

Me siento con ellas, me escuchan, las leo,

las visto de verso y después… me dejan.

Vuelvo a mirar y aunque ya se han ido,

les hago un collar con las letras que me quedan.

Les grito palabras, me gritan silencio,

les borro de las líneas sus frases hechas

y cuando ya, cansado de llorar las lloro

por no poder leer las últimas palabras de mi libreta,

se me vuelven pájaros de papel las hojas en blanco

y barcos a la deriva el aire de mis poemas.

Y la luz se apaga por dentro,

mis ojos me crecen. La veo, es ella,

con la última página entre sus manos

subrayando mi ‘te quiero’ con la piel de su respuesta.

La invito a un baile, enciendo la radio,

le marco el compás golpeando con mis dedos en la mesa,

me nacen consonantes entre el mantel y los platos,

aletean las rimas entre dos copas llenas de estrellas.

Se me hace la vida sueño

y los sueños ya no son más que palabras de poeta

que al ser escritas me crecen entre los dedos,

escalan mis manos, cruzan mi cuello y me besan a ciegas

Y yo, como si fuese el muelle en un juguete roto,

giro y vuelvo a girar la cara para sorprenderla mientras me mira

y en un momento de descuido llegar a sus labios,

besarla, quererla, empezar con un ‘te quiero’ y seguir con ella toda mi vida.

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¡¡¡Qué precioso!!! Me gustó —y lo que dices allí, alguna vez me ha pasado—.

Por lo general no tengo problemas para la inspiración siempre y cuando, yo esté abierto a la sorpresa, es decir, siempre y cuando yo acepte con naturalidad lo imprevisible del acto poético… ¿Sabes?, lo poético siempre está allí, como ondas hertzianas, y el poeta es sencillamente una antena…

La poesía no es de uno —el poeta— la poesía siempre está ahí. Uno solamente es el vector por donde eso, poético, baja hacia la materialidad de la palabra y se hace carne.

Nacho Cano decía: «Las cosas que yo escribía para Mecano, no eran mías… ya estaban allí, en el aire. Yo simplemente las capté y les di una interpretación al escribirlas».

Por eso, yo siempre he creído que el poeta es como un médium: él presta su cuerpo, sus dotes virtúdicas, para que la impalpabilidad poética se manifieste.

Saludos.