Pequeño tributo a la mujer en su día.
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La mujer no necesita luchar,
gana cualquier batalla con su belleza.
La flor no pelea, suelta su perfume
y hechiza el ambiente, controla dándose como es. Así la mujer.
El timbre de su voz calla el grito del silencio más profundo, donde acechan y vociferan el miedo y soledad.
Su silencio es el grito más potente que purifica la contaminación acústica del mundo.
Su natural sensualidad abate al más grande guerrero, neutraliza sus más fieras armas, le hace deponer su más férrea voluntad.
Todo hombre ilustre en la historia, por más poder y riqueza que haya poseído, se han postrado a sus pies por un beso y una mirada.
La mujer nació emancipada por sus dones. Con su femineidad, domina al mundo.
El olor a mujer es un perfume que los dioses nos han dado a los hombres. Un bálsamo aromático.
Su ternura y delicadeza neutralizan las mejores técnicas de lucha cuerpo a cuerpo.
La tibieza y suavidad de su regazo derriten los fríos más terribles y pulen lo áspero de la vida.
Trae luz y camino en los ojos, proezas y fuerza. Y un manantial de poesía en el pecho.