Los negros caracoles de tu pelo
exploran los senderos de tu espalda
buscando reposar donde la falda
adquiere redondez de caramelo.
Tú, mientras, te eternizas bajo el cielo
mirando un mar con brillos de esmeralda,
empeñada en tejer una guirnalda
con las flores marchitas de tu anhelo.
Cruzando la bahía con desgana
ves pasar la figura de un velero
brillando bajo el sol de la mañana.
Él se irá porque ya nació viajero.
Mientras, tú seguirás en la ventana
soñando con un novio marinero.
Sí, es una de esas obras que al mirarla te transmite un montón de sensaciones, al menos a mí me ocurre. Y los cuadros así suelen inspirar versos que casi siempre salen solos.
Me alegra saber que estuviste por Extremadura,hay que venir de vez en cuando, tenemos una tierra maravillosa.
Fuerte abrazo, María.
¿Quién no ha sido ella alguna vez? Las ventanas suelen ser muy socorridas para dar un repaso a la nostalgia de vez en cuando.
Gracias por pasarte, Walla.