Miranda, tu voz estará viva por siempre.
(Lírico)
¡La calle se corona con el silencio!
Dos voces dejaron ecos,
ecos sueltos, son alas del viento.
Vuela amor, hazme libre,
soy feliz, y será tan solo un momento.
Ante tu presencia, servil reverencio.
Viñedo en bonanza
sobre mis campos secos.
Eclipse solar amaneciendo lento,
luz de día extendiendo añoranza,
y todo tu ser en mi memoria descansa.
Pero eres tempestad en mis adentros,
un río y el mar en constantes encuentros.
Es tuya mi alma, mi hogar es tu cuerpo,
mirarme en tus ojos es viajar en el tiempo.
No me dejes soñar,
mantenme despierto.
Dame un beso real,
con tus labios inciertos.
Hazme el amor señorial
en deliciosos conciertos.
Intervalos abiertos
de satisfacción celestial.
Me ahogo en un océano,
metáforas liberadas de un piano.
Permanece lo más posible cercano.
¡Me hundo, sin tocar un día tu mano!
Hermoso cuerpo Vulcano,
abrígame con un abrazo.
Explota dentro del tibio regazo,
fertiliza con fuego el gélido llano.
A la soledad le estoy siendo infiel.
“Muñeca sin alma, con ojos de miel”
déjame darte vida con pliegos de piel,
con gotas de sangre, Arcángel Uriel.
Tu desnudez es un fino papel,
si alguien te escribe, yo soy aquel.
Hundo la pluma con sumo cariño,
vacío la tinta, y en cada renglón
de tus pliegues, yo rimo.
En tu monte de Venus
se esparce ardiente rocío,
trémulo yo sigo el camino.
Jorge Martínez C.
Autor.