…
El frío anhela mis huesos
y trepa lentamente por el cañón suburbio.
La soledad invade mis trincheras.
La ternura se dirige suave al borde
se enrosca como una serpiente por los talones
se acumula en los geranios.
y el trino incógnito se esfuma
nos deja en el alma cortes de vidrio suelto.
La última campana se ha retirado de su redoble.
carretera larga y lejana de las cosas mías.
Todo se ha poblado de ojos tristes.
La hoja seca se triza por átomos visibles.
de los alveolos trinan suaves los días
se tensan las venas al contacto del frío; alegres
barcarolas gimen en mi pecho.
de un tropel de desnudas cenizas canto
abriendo zanjas: partiendo banderas: apellidando faroles
de reojo te miro abriendo el mar.
nítido de nube frota suave tu vello
y contra alto va tu fragancia de pelicano uniforme.
¡Qué días que se gastan como monedas y gaviotas!
Se aleja el barco en plena ocurrencia
y de las ondas piratas
llevan a Dios quejándose de la tristeza mía
lejos ha quedado la ruina
y de bruces solo se alimenta la ciudad envejecida.
Se va mi párpado lloroso con las velas encendidas.
Tengo que llenar de pasos la sombra
A dónde sea, pero arriba, se alza la hélice de mis cabellos
Se arruina el elefante cuando gruje.
Me enseño a mi mismo a dormir violento
sobre el pedazo de flor
y aunque desee, mi deseo se va sobre el yunque pulmonar.