Moby Dick

La singladura del Pequod
abre una estela, desde el corazón
del océano hasta el fervor del arpón.

Bajo una medialuna que parte
el cielo en norte y sur,
imagina, en la cubierta Ismael,
la cacería del cetáceo.

A los filos de la venganza
… les pasa Queequeg el asperón,
para que corte la carne del leviatán.

Bandadas de gaviotas bogan
junto al ballenero,
los fastos de la crueldad
tensa la arboladura,
y las ráfagas del delirio
tiran del velamen.

Espera Ahab…
que avisten a la criatura,
y en su fanatismo de sepulcro tiembla,
con la fascinación de los abismos.

Ve en el ojo del cachalote
la eternidad del mal,
quiere teñir las aguas de roja sangre,
cubrir con un manto blanco
la inmensidad de la muerte.

Parte desde Nantucket navegando
… hasta los confines de la razón,
donde se pierde, en la locura,
en el fanatismo.

El lisiado capitán
ordena entablar la lucha
en las duras aguas de la venganza.

Arrastra hasta los fondos
abisales de su perversa moral
a la tripulación, en una agonía de rencor
en el delirio supremo del odio.

De esas tinieblas a nadie le está permitido
regresar, solo a Ismael para que testifique
el fracaso de los que quisieron matar a la muerte.

Vuelan las gaviotas
de regreso al litoral.

6 Me gusta

Buen homenaje para esa gran obra de Melville! :clap::clap:
Un saludo, José Antonio.

Muchas gracias María, por la lectura atenta y cariñosa que siempre realizas de mis textos. Un saludo.

1 me gusta