El día entra por la calle principal del pueblito como un cachorro retozón con la boca abierta mordisqueando la noche, dejando migajas de sombra en los rincones. El sol baja de las montañas de oriente con su pregón amarillo despertando un mundo somnoliento. Rayos presurosos y traviesos se desprenden y con su mochila al hombro buscan la escuela y se plantan frente a la puerta del aula:
-Buenos días maestra!
Saluda amaneceres el primero que llega.
Él aula brilla de pequeños solecitos cuando la galaxia vanidosa baja a recibir clases para tomar conciencia y reconocerse a sí misma.