La noche hace su casa
de tierra y nostalgia,
para que,
pequeña e imperceptible,
se acueste en ella la esperanza
como si regresara
de un bosque de amarillos,
de una despavorida sequía,
de una inconforme muerte
gritando en las costillas.
Entonces comienza
a molerse el día
y va naciendo
mi cuerpo de poeta vigilante,
convocando las palabras,
aproximándolas de mi sangre.
Me preño de ríos celestes,
construyo una alegría,
me guardo de un naufragio,
aprieto al pecho mi muñeca
y me llega el estío lunar
haciendo de mí…
papel, fuego y poesía.
Ahí toda mi fuerza,
mi privilegio,
la materia pura y pequeñísima
de la que se nutre, este canto mío, incansable.
Observo que en tus ríos de papel corre toda una corriente poética que en su recorrido convoca a la inspiración para que su corriente lleve el canto incansable de tu poesía.
Lindos versos! Bello poema!
Abrazos cariñosos, Gioconda