Pisotean asideros,
disfrazados de arena del desierto.
Tiemblan alambradas
en medio de un mar yermo de sílabas
mientras crece lo que nadie pidió.
Mientras la muerte de muchas manos acecha
golpeadas por un palo que aguanta su vela.
Y en medio del mal, un barco agotado,
llorando, abrazando a cincuenta personas
que han sobrevivido a vuestro odio.