Sin el silencio del que escucha
sin la palabra del que habla,
el diálogo se torna lucha
y la estupidez se vuelve arma.
No hay victoria para alguno
sólo sangre derramada
tras la oscura y fría sombra
de una hora malgastada.
Platón llora, inocente
¿Cómo iba a imaginar que el diálogo podría traer muerte?
Muerte al espíritu sano, al que escucha, habla y comprende.
Muerte al alma dialogante
que tras abandonar la caverna
ya no mira hacia delante.
¿Por qué vuelves, alma pura, a esa caverna fría y oscura?
Tengo miedo, viejo amigo, de volver a equivocarme de camino.