Ni siquiera tenía título para este poema pero creo que es algo que hemos sentido durante esta cuarentena y pandemia: parece ser que ya no queda nada bueno.
Me gustaría viajar
a lugares que cumplen
lo que prometen,
como Alaska
o Nevada,
que proclaman frío,
invierno,
soledad,
naturaleza
y nieve
y quizá tumbarme en ella
para crear ángeles
cuyos átomos
se llenan de copos
y no de oxígeno,
ojalá sean transparentes
y no de pánico
roto
y caminen
con las intenciones
bien puestas
y no con piedras
para que sean lo único
bueno
que queda en el mundo.