Sé que he muerto para siempre.
Los pájaros se han marchado
a la orilla del olvido,
a ese territorio amargo.
De nada sirve cantar:
ya la música ha cesado
de herirme con su belleza,
con ese tormento alado.
La vida es solo memoria
de unas palabras, de un daño
que se esconde en las pupilas
de un sueño desesperado.
Esta noche he comprendido
que mi tiempo ha terminado;
y sólo quedan los versos,
voces que no me han salvado.