Lírico.
Hoy platiqué con mi mano derecha,
la obligué a escucharme, la violenté,
y le di la forma carnosa de tu boca estrecha,
y caí al averno de tu recuerdo, pero me levanté.
Mi mano tiembla, le teme a tu figura,
le da pavor el amor que se desprende
de mis ideas y que se adhiere a la pintura
de tus mejillas, mi mano suda y se sorprende.
Mi mano se agota y la tarde crece, arde,
se eleva el sol y en el asfalto la gente muere,
y yo estoy vivo, precisamente por ser cobarde.
Tú no lo sabes, pero pensarte ¡Cómo me hiere!
Y me quedo en el cuarto de las pasiones,
en compañía de mi mano moribunda,
está cansada, pero te busca en las canciones
de la consola, en rincones donde tú abundas.
Mi mano se deshace como la nieve azul,
se deshace con la lava roja de tus venas,
y en su delirio, va trazando en un soul,
la caricia marginada de tu boca ajena.
Mi mano te extraña, está tomando tu lugar,
se siente secuestrada, ya no quiere escuchar
tu nombre, está asqueada de hurgar
en la intimidad que abandonaste sin estar.
Mi mano se moja y luego escribe con ahínco,
escribe de amor, de deseo, escribe con tinta
blanca, escribe que es la ronda veinticinco
en la misma posición que nunca fue distinta.
Después de estos hechos sin fortuna,
le di un minuto de descanso a mi mano amiga,
me puse de pie y caminé hacia el espejo,
tomé un cepillo, y mi mano respiró feliz,
acomodó mis canas de una en una,
y se apresuró para resolver la intriga,
y descubrió otro brillo en mi reflejo,
descubrió que tendría ayuda de un desliz.
Jorge Martínez C.
Autor.
Imagen: pinterest.