Mi generación

Éramos la noche envuelta en un papel de
celofán brillante.
Aturdíamos al aire gritando ¡Paz!
mientras en casa, nos decían que
“de política, no se hablaba”.
Manejados; dirigidos; empujados
llorábamos a un Vietnam al ritmo de Joan Báez
desde la cama blanca de Yoko y John.
Coca-Cola y Ron, ¡Cuba libre!
Sartre y Camus, pasando por nuestra tráquea a disgusto
sin pasar por nuestras mentes
dando luz a nuestras dudas.
Cannabis, flores y un puente en San Francisco
que no cruzaríamos jamás.
Gritábamos con Mike que “No nos sentíamos satisfechos”
pero muchos, ni tan siquiera, sabíamos traducir
nuestros propios gritos.
Del trabajo a casa, y el domingo cargando el tocadiscos
caminábamos al guateque.
Coca-Cola y Ron ¡Cuba Libre!
De regreso, empapados en sudor
con el deseo reprimido, por miedo a un Dios
colérico y asexuado
contemplábamos atónitos, correr a la razón
gritando ¡Libertad!
acosada por la fuerza.
Éramos los hijos de los hijos del miedo.
Solo nos dejaban ponernos flores en el pelo
y gritar que no nos sentíamos satisfechos.
París estaba lejos
pero mayo, con sus barricadas
golpeaba nuestras puertas.
Empezamos a preguntarnos y a preguntar.
Cayeron mustias las flores de nuestros cabellos.
En las pantallas, María y Johnny se decían “adiós”
en un rincón del West Side.
Envolvimos con aire triste el bocadillo
en las hojas de un diario.
Vietnam, Vietnam…
De camino al trabajo, las paredes nos hablaban
de una desconocida LIBERTAD.
Tímidamente, con el debido respeto
que nunca nos devolvieron, quisimos saber…
¡Danzad, Danzad!
Florecieron octavillas
quemaban en nuestras manos
escapaban de nuestros bolsillos
martilleaban en nuestros cerebros.
Ya no gritábamos
tratábamos de saber quienes éramos.
¿Qué habían hecho con nosotros?
Éramos un subproducto
un disco
una bebida
un pantalón Lois
y en el bolsillo trasero, un libro de Camus o Sartre
apenas abierto.
Los hijos del silencio estruendoso
de un rock and roll americano
preso en las caderas de Elvis.
Fuimos domados
reprimidos
engañados
aleccionados
despolitizados…
Sólo unos cuantos se emborracharon con vino
lloraron con Machado
y entre su corazón y su camisa
guardaron a Miguel Hernández…
Algunos quedaron en el camino
buscando una libertad
que sus ojos cerrados
jamás conseguirían ver.

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Guau…
Espectacular… :clap:t2::clap:t2::clap:t2:

Ha sido todo un placer leer tu poema.

Saludos cordiales.

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Mi padre hablaba de su generación en España como “la generación castrada”… y mucho de estos versos me recuerdan a las historias que contaba.
Quienes vinimos justo después heredamos mucho y abrimos todos los libros, aunque nos duele ver cómo otros siguen sepultando toda una generación que merece un monumento y no el olvido.
Gracias por este poema, Mabel. Como siempre, espectacular! :clap: :clap: :clap: :heart:

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Muchas gracias por tu amable comentario.

Muchas gracias a tu amabilidad, querida Tali. Un abrazo desde Barcelona

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Muy buen retrato de esa época. Queda la nostalgia de la juventud, un amasijo de errores y esperanzas. El tiempo que nos ha tocado vivir. Gracias por traerlo en un excelente poema.
Saludos.

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Muy agradecida por su tiempo y su amable comentario.

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Gracias a ti, Mabel, muchas! :heart: :hugs:

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Todo un hermoso relato, muchos referentes en tu poema de aquella época y generación en que despertaron tantas cosas…pero con un deje de frustración en el después.

Te felicito por el poema, Mabel.

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Muchas gracias por tu lectura. ¿Frustración? Es posible, el cielo siempre está demasiado lejos o sencillamente, no está.

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