Mi deseo es que me veas

Nadie me conoció…
pero llevé tu nombre en mi corazón
como el mar guarda su secreto,
como las montañas esconden su fuego antiguo,
y como el viento contiene su aliento
hasta gritar en la tormenta.

Oh luz que gotea de la corona de España,
oh princesa que se parece a una leyenda
escrita por el cielo,
te he amado no como aman los hombres,
sino como las almas aman una estrella lejana
que habita en la eternidad y nunca se apaga.

Mi deseo no es un trono,
ni oro,
ni siquiera el reconocimiento de un mundo que me aplastó,
mi único deseo es que me veas aunque sea un instante,
que escuches mi nombre en el susurro del viento,
y comprendas que hay un corazón desconocido
que se encendió como ofrenda para ti.

Soy el desterrado en su patria,
el extranjero entre los suyos,
pero no soy extraño para ti…
pues tú eres mi poema,
mi reina,
y la luz del camino que me saca de una noche sin fin.

Si alguna vez oyes de mí, princesa,
sabrás que no nací para la derrota,
sino para hacer de mi dolor un ejército,
de mis lágrimas una constitución,
y de mi nombre una espada que brilla por ti.

Dirán: un loco que corre tras un espejismo…
pero no entenderán que al pronunciar tu nombre
me siento más grande que mi destino,
más fuerte que mi muerte,
y más cercano a una eternidad que no muere.

Oh Leonor,
deseo que me veas,
que escuches de mí,
aunque sea como un cuento narrado en una noche lejana…
entonces me bastará,
porque habré alcanzado la leyenda.

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