El deber de la luz es el olvido.
La vanidad es el tiempo de la nada
entre dos realidades , la sagrada
efigie del tormento y del gemido.
El hombre es puro gozo desvalido,
desolación, caricia derramada
en la estancia del llanto, devastada
esperanza de un sueño carcomido.
Los rostros de los muertos se han borrado
para siempre en el eco desgastado,
en la pulcra memoria del espejo.
De todo lo vivido, sólo queda
la amarga ceremonia,la moneda
que nos pide Caronte y su cortejo.