Me fijé

Me fijé en su cara tan serena,
en los ojos que miraban la distancia,
en los labios que afloraban la sonrisa,
en las manos que cruzaban su regazo,
y en los dedos, delicados,
que invitaban a un poema…

Era un brindis a la vida
con un canto a la esperanza,
un suspiro en plena tarde que termina,
era el canto que dejaban las resacas,
las cabriolas, por el aire, de un tiovivo,
eran sueños, en el alma, de una niña
que buscaba dulcemente a las estrellas…

Yo seguía mi camino, con esfuerzo,
tropezando y vacilando a cada paso.
Esgrimiendo mil preguntas, sin respuesta,
cavilando con absurdos y personas
que pasaban a mi lado
y dejaban ese aroma inconfundible
de lo añejo y de lo rancio,
encubierto en su envoltura,
plateada de recuerdos…

Vi su brindis a la vida
y tuve envidia de ese gesto.
Una parte de mi alma me decía que parara
y otra parte me decía que siguiera,
que marchara de los sueños
que surgían de su pecho,
que no viera en la sonrisa
los retales que faltaban a la mía
y que huyera de los miedos y la noche
hacia el alba prometida en la distancia…

No sabía qué pensaba y qué decían mis sentidos.
La silueta de la luna me llamaba, dulcemente,
recogiendo en un susurro, sin palabras,
a las otras que decían que “me amaban”
y querían ir conmigo a buscar a las estrellas…

¡Tengo sueño, musité, sin darme cuenta,
despertando de otro sueño irrealizable…!

Rafael Sánchez Ortega ©
18/07/21

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