¡Me atrapó!
Me arrastró a un pozo lóbrego y oscuro,
a un osario de recuerdos putrefactos
descompuestos por la nostalgia y por el tiempo.
Me transportó a fronteras de locura
de las que nunca se regresa cuerdo;
donde se pierden el tiempo y el espacio
en una jaula trémula, de hechizos y milagros.
Me envolvió entre tules transparentes
donde los sueños quedan atrapados
para ser devorados lentamente
por la araña insaciable de los años.
¡Tánto vivir, para llegar a esto!
Bastó una nota, un acorde, un arpegio,
brotando de la radio en una tarde rota,
ahíta de tormenta, cuajada de lamentos,
para que se desintegraran las amarras
que mantenían mi corazón en cautiverio.
Y todo estalló entre luces rojas:
Volaron los suspiros y los besos,
salieron del armario quejidos placenteros
y mil hormigas corrieron por mi brazo
dejando un rastro de estertor y fuego.
Oí su voz, cercana, llegando desde lejos,
vi sus ojos lenguaraces mirándome en silencio
y su entreabierta boca, cual húmeda caverna,
esperando ser tapiada por mis besos.
Noté otra vez sus minerales pechos
saltar de júbilo ante mi tibio aliento
cual guirnaldas de flores planetarias
pulsando mis más sensibles nervios.
Y caí, y me sumí en el recuerdo…
Volví a sentir la culpa por alojarte dentro,
donde solo había sitio para un primer encuentro,
donde mi hoguera ardía con fuego sin colores,
y mi pasado entero se iba consumiendo.