Máscaras
que evocan
el arcaico dilema
del ser y no ser;
que se superponen
en el vacío aterrador,
dónde sólo se oye
el silencio
mudo y abierto,
allí, donde muta
el rostro de la eternidad.
Máscaras
que pueblan
la faz del enigma;
subyugan,
expresan
el territorio ambiguo
de infinitas facetas
en la diamantina
inteligencia.
Máscaras
que distraen,
contraen,
sustraen
los matices insólitos
del éter flexible
e inconmensurable
en la unidad creativa
perfecta.
Máscaras
que amenazan
con fauces de olvido,
el colapso
de una fuente primigenia;
o nos recuerdan
la vigencia
de una agonía latente
en el devenir humano.
Máscaras
que burlan
los cerrojos del viento,
en el tablero de arena
donde ruedan
las hojarascas
de las ínfulas,
y los guijarros
de frágiles sentimientos.
Máscaras que ocultan,
auscultan,
sepultan
las luces de la verdad
en sombrías muecas
que hipnotizan;
máscaras que erizan
la piel del alma serena.
Máscaras
que se derriten
en cánticos solubles,
en fracciones volubles,
ante la llama inextinguible
de la augusta seidad.
Seidad,
que reposa
hasta ser alertada,
cual serpiente enroscada,
que sólo aguarda
su ansiado despertar.
Máscaras,
que son más caras
de lo que tú crees;
y son tan caras
como lo que tú creas,
tal vez, porque crees en ellas,
más que en la chispa
inmortal,
que tú encarcelas.
Máscara veneciana
Pinterest