Todos creen que soy más sabio a mi regreso
en septiembre, y me tratan de manera deferente.
Recupero el mar cálido y sucio,
la ola que se curva, repetida,
y se ennegrece como un espasmo en la conciencia;
en merenderos que huelen a fritura
recupero el gusto de conversar con amigos.
Como un marino borracho en un puerto remoto
-Amsterdam, de Brel- me agarro a una mujer
que sé fugitiva, como las putas holandesas,
y oímos música de Brahms en la tarima de madera:
Mi boca es un recipiente donde vierten sus senos
y en su boca hallo cálido refugio;
la piel llena de cicatrices crueles se eriza
bajo las uñas que dibujan rosados dermoglifos
en el bonito trasero.
Es el tiempo proustiano recobrado.
(Poemas litorales)