Desde muy dentro vivo tu eternidad
haciendo a un lado los sentimientos
de cualquier futilidad del cuerpo.
Veo en tus ojos la luz que reverbera
con los ribetes de tu claridad divina.
Con la sonrisa de un alma esclarecida.
Y te amo más allá de todas las nadas
temblores de cualquier tiempo espúreo,
de toda esta carne que morirá seguro.
A ti, en los fuegos acerados del juego
en la calma de la paz que siempre acaba
y en todos los no tiempos de la nada.
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