El cielo muere en el horizonte
y tu piel se funde en el mar.
Arriba todo un manto de farolillos
encendidos iluminan la noche.
Las algas y las conchas guardan
en su interior el perfume de tu recuerdo
que se hace presente cuando
camino en solitario por la playa desierta.
Te gusta divisar desde lo más hondo
del océano la luna porque dices
que el espejo de la noche está encantado.
No puedo negar tu libertad
porque quiero que vuelvas siempre.
En ocasiones sueño contigo aquí en la isla,
en la misma playa que te conocí
cuando el rumor de olas y de gaviotas pronunciaron tu nombre.
En épocas de tempestades tu ausencia
parece eterna y llorar me reconforta
porque mis lágrimas son de mar
y tienen un gusto semejante al de tu cuerpo.
Cuando la marea es muy baja
anuncia tu llegada y salgo a tu encuentro,
siempre estás ahí a los lomos de esa roca, esperándome.
Tú, yo, juntos.