Virtud inmaculada, ¡mor señora!
que al mundo has descendido eterno goce,
nutrir pudiste el cáliz de los doce
por eso tú eres digna intercesora.
Razón con rostro en tierra a ti te implora
supliques mi soberbia se destroce;
Del trono su intención, ¿quién la conoce?;
que en copa su ira exprima temo ahora:
cortar en propia esfera quise al cielo,
carmíneo estaba el filo de mi espada;
la muerte, mi marqués, cuidó con celo,
sin ver al inmortal en sangre amada.
Ay prístina María un sorbo anhelo:
cual copa tú de gracia estás colmada.