Mar altivo; impetuoso quise ser
y me diluí en su vasta inmensidad,
mi pedante orgullo tuve que tragar
ante lo imposible de ser como él.
Transformarme en roca dura y guarecer
en mi pecho de pétreo mineral
esas ínfulas de fatua vanidad
que no hacían más que evidenciar mi estupidez
Mas la mar de tesonera voluntad,
con su brío indomable y su vaivén,
me enseñó la virtud de la humildad.
Hoy, rendido a su danza, puedo ver
que en la piedra espumada está el pilar
de quien sabe encajar y no ceder.