La puerta de la habitación se abrió.
- ¡Mamadou! -gritó la pequeña Ágata.
Mamadou llegó de Mali, en una de esas pateras que llegan a España, y vivía, por llamarlo así, en el parque entre los setos, y un banco que hacía las veces de cama, mesa, eso era su hogar.
Y allí conoció a Agata, poco a poco, se fueron conociendo, cuando Ágata salia al parque y Mamadoule hacía compañia:
- ¿De dónde viniste, Mamadou?
- Soy de Mali.
- Mamadou, yo necesito una médula, y aún no la hemos encontrado.
- ¿Una médula? -preguntó Mamadou.
- Sí, Mamadou, la necesito para curarme…
- ¿ Y no la hay?
- No, Mamadou. Aún no…
Una lágrima recorrió la mejilla de aquel muchacho. Bien sabía Mamadou lo que le pasaba a Agata, pero Mamadou no le dijo a Ágata que él era médico.
Al día siguiente, Mamadou se presentó en el hospital Ramón y Cajal, para ver si su médula era compatible con la de Agata. A veces los encuentros, las casualidades pueden ser de muy lejos y hacen que los milagros existan.
Mamadou llegó como un milagro desde Mali para curar a la pequeña Ágata. Aún no sabemos lo que le espera de bueno a Mamadou, pero él hizo lo que tenía que hacer, sin nada a cambio y consiguió que Ágata, se curara, Aún se le ve, en aquel parque, entre cartones pocos saben que ese muchacho negro hizo un milagro.