Mala suerte

Otra vez la noche cae
entre el viento y el pinar,
y otra vez el arabesco
de su arpegio sideral.
Mi mujer no es mi mujer,
no… el mezcal no sabe mal.
Yo no tuve padre o madre…
ni un amigo pude hallar.
¿Quién le importa nada a nadie?
Enemigos tuve un par,
aunque poco me sirvieron;
¿qué me importa no importar?
Otra vez he visto al negro
con su armónica otoñal,
y otra vez con su guitarra
lo he escuchado, en el pajar.
¿A quién gusta la cordura
y a quién gusta trabajar?
Yo no tengo madre o padre,
mi mujer se va a marchar,
me hice de oro con los naipes…
me pusieron el ronzal.
¿A quién gusta la tortura
de la amarga soledad?
Tuve un perro gris rabioso…
ladra ahora en el maizal.
De pescar tuve una caña,
pero yo no sé pescar.
Y otra vez he visto el claro
de montaña clarear,
con sus tísicos verdores,
pero yo prefiero el mar…
Sé gozar mi mala suerte,
¿qué me importa no importar?
En las botas tengo arena
y en el pelo tengo más,
sin saber cómo ha llegado,
no faltarme es de admirar.
Tengo un parche en la cartera
y un botón color frugal,
si lloviera plata el cielo
me tendría que matar…
Pues no tiene mi bolsillo
pobre, ni oro ni final.
Tanto duele que no duele,
¿qué me importa no importar?
Tuve un niño que no es mío
y una daga al espaldar.
Una niña que me pide…
pero yo no bailo el vals.
Tengo negros los pulmones
y eso que no sé fumar…
Pies descalzos con un clavo
como el cristo señorial,
él famoso… Yo con tétanos,
pero ya no sé llorar.
Mi desgracia con los naipes
nos la pague el sacristán…
que en maderos de la suerte
soy carbón, sin estrellar.
Otra vez he visto al negro
entre el viento y el pinar,
y lloramos y cantamos,
o lloramos al cantar:
mala suerte y malandanza,
¡mejor sobra que faltar…!

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Vaya poema triste y desolador.

Entre tus letras, tonos de indiferencia y desencanto por una vida de sufrimiento y soledad.

Me gusta cómo usas la repetición y la variación de la frase “¿Qué me importa no importar?”. Siento que con eso creas un efecto de resignación y rebeldía.

También me impactan las imágenes del negro con su armónica, el mezcal, los naipes, el ronzal, el perro gris, el clavo, la daga y el sacristán. Quizás con todo eso creas una simbología de marginalidad y fatalidad.

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Has dado en el clavo con eso de la marginalidad y la fatalidad. Últimamente me reconozco más que nunca en ese folklore marginal (haiduques, forajidos, salteadores, vaqueros, indios, salvajes, negros, música country, tahúres, gente problemática en general), y es una inspiración que no veo casi. Un abrazo, amigo.

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Fantástico poema. Bellísimo. Saludos cordiales.

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Es un placer que lo hayas disfrutado. Un saludo igual de cordial (o más).

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