No cerró la puerta la última en marcharse
Avellamado el helado corazón
Hizo de un sur hipotético
Alfombra mullida frente al fuego,
Taza de leche azucarada,
Mediodía en la línea ecuatorial.
Vinieron a buscarla un gran diluvio,
dos barcazas fantasmagóricas,
y una ballena varada por el
tsunami japonés.
Al final.
Yo choza con techo de paja,
Yo vidrio humano transido,
Yo librero derrumbado,
Yo habitáculo derruído:
Caí en la cuenta del mal que hice
Del error que cometí al culparla
Era todo un quimérico quever malentendido
El que puso en el picaporte sus huellas
Era la puerta abierta un malhabido
Una confusa conclusión acelerada
Era en fin un grito mudo
Un silencioso lamento que no para