Cuando uno madura
la belleza resulta insuficiente,
se enamora la pupila
mas el alma requiere
dosis de profundidad…
Con los años
uno deja de mirar escotes;
preferente es la buena compañía
y aprender a mirar intenciones.
Sí… Se reconoce la belleza,
pero, realmente,
lo que vuelve loco a uno
es una mente audaz,
el sentido común,
un corazón transparente,
un criterio y amor propio,
y un alma auténtica.
Quizá por ello
dejé de creer demasiado
en palabras bonitas,
[quizá dejé también de darlas],
uno debería enfocarse más
en acciones que digan más que el halago;
porque hablar todos sabemos
y no todos lo hacen de buena fe.
Dejé de escribir cartas,
de buscar agradar,
de intentar la aprobación del sexo opuesto,
y me enseño diariamente
a dejar de lado el estúpido ego.
Intento
como un mandamiento diario:
no estorbar,
no molestar,
evitar la opinión donde no la piden,
no forzar,
ni rogar…
[En resumen, no joder].
Vivo en alguna nota
de mi canción favorita,
habito entre mil escritos.
Me alimento
del cariño sincero,
de una charla,
de sublimes momentos no planeados,
de una luna o un atardecer.
Intento mantenerme sereno.
Solo quien conoce el interior
de este latir,
sabe cuándo estoy sangrando.
Y otros [muy pocos]
saben los tonos de mis lágrimas.
No soy la perfección,
no la busco,
ni hace falta.
A diario corto las espinas
de mis defectos
y cepillo las astillas
de este ser imperfecto.
He aprendido
que no se borra la obscuridad,
sino que es mejor amarla
y ese paso duele y sana.
Cuando uno madura
las ocasiones especiales
son todos los días,
son esa llamada,
son ese abrazo, esa charla,
son aquél hermoso silencio
o este escrito…
Madurez, en un sábado cualquiera
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2021
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