Sólo se mueven los párpados,
los ojos se quedan quietos,
arrastran las horas
en madrugadas de frío y esfuerzo,
en distancias de pies agotados
y huellas con epitafio,
en un mundo perverso,
inventado
con un freno para cada cementerio;
y en un momento,
una mirada atraviesa el cuerpo
y no pasa de largo,
caen escenarios
y el amor se detiene en las pestañas,
pierde las normas.
Así es, porque miradas hay muchas, pero pocas permanecen. Y cuando eso sucede, cae el telón. Tu mirada es una de esas para mí, de las que se quedan y dan cariño, mi Walla
Con solo detener “el amor en las pestañas” ya se hace imperecedero este poema; esta autopista literal con subidas y bajadas de velocidad, con giros bruscos y baches profundos que hacen que la oscuridad misma se detenga a pensar. Son versos de reflexión introspecta, de desnudar al Yo que ven los demás… Pero que no es!!