Quiero decir en mi defensa que los sueños
lo ponen todo patas arriba por ahí dentro,
a veces sólo me queda palidecer
durante un buen rato,
porque aunque visto de corbata y soy un monstruo
de las finanzas,
ayer soñé que me mordía la pierna un cocodrilo
como en aquella película que vi
cuando no era más alto que la mesa de la cocina.
En realidad, los sueños
son un truco, se les sale el relleno
y si te fijas bien,
se puede apreciar en su silencio triste
una oscura complacencia… porque saben
que al fin y al cabo es cierto: ¡EL HOMBRE EXISTE!
Mírame a los ojos y dime que es un sueño,
no quiero ser real, vuélveme olvido…
Agárrame, tristeza, hazme pequeño:
méceme en tu baile sin sentido.
Tórname de cera, absurdo y parco,
llueve sobre mí, arrástrame bien lejos,
quítame los lastres y enrólame en tu barco
llévame sin prisa al mar de los espejos.
Húndeme en las olas
Elévame en la noria
mezcla con el agua todos mis reflejos
y déjanos a solas
porque en mi memoria
vuelvo a ser un cuerpo con el alma en vilo
todo se confunde y es la misma historia:
sueño y realidad, hombre y cocodrilo.