Tan sólo me han quedado las heridas
de la noche, los versos, la tristeza
de las palabras muertas, la belleza
de las voces que han sido consumidas.
La muerte se refugia en las prohibidas
raíces del espejo, en la maleza
que invade los jardines, con crudeza,
y en los despojos -tercos- de otras vidas.
En un instante, el mundo se ha perdido
en el perfume, amargo, del olvido;
en la soledad, torva y devastada.
Sólo quedan los restos del naufragio;
esas vagas palabras, el presagio
de que ya todo ha sido para nada.