Fuimos convalecientes del olvido,
desde que desertamos de la luz
y el humeante recuerdo del amanecer,
nos aniquilaba los demás placeres
para esconderlos en las migas de pan
que devoraban las palomas.
Pero, renació la libertad,
que como el amor, nunca envejece.
Hoy nos reímos del sol
cuando nos miramos hacia adentro,
porque no aprendimos otro oficio
con mayor perfección
que borrarlo todo en un segundo,
desde las frases eternas
del viento sobre nuestro pecho,
hasta el ruido mortal
de los fracasos.
Y nada nos hace falta
porque todo nos sobra,
cuando somos dueños absolutos
de nuestras decisiones,
cuando somos capaces
de mirar la soledad de frente,
cuando solos podemos
inventarnos un día o una noche.
Nosotros, los que hemos vivido,
sentimos una embriaguez de valentía
y nos lanzamos sin temores,
porque somos devotos de la libertad
y creemos firmemente
en la inmortalidad de los comienzos.
A nosotros, los que hemos vivido,
no nos pesa
la carga que llevamos
y nuestras valijas,
raídas por el tiempo,
en lugar de avergonzarnos,
nos hacen levantar la mirada
con orgullo
y nos mantiene viva
la llama de la lucha
y el amor al camino.
No tenemos más nada
que todo lo que queremos,
el deseo de andar,
la pureza, los sueños
y la extraña facultad
de descubrir que hay luz
en medio de la oscuridad.
Nosotros, los que hemos vivido,
podemos morir
ante cualquier fracaso,
pero ese mismo fracaso
nos devuelve la vida,
en un círculo mágico
de paz y armonía.
La nuestra es una empresa
de piel y sensaciones.
No comprometas nunca
tu corazón conmigo
porque ni en sueños pienso
comprometer el mío.
Estuve prisionera
durante mucho tiempo,
pero recuperé mi libertad
y a ella le rindo culto
que no le brindé a Dios.
Vivamos, simplemente,
todo lo que sentimos,
seamos los herederos
de la intensidad
y si el amanecer
marca el final
de esta historia nuestra:
tú, hombre, yo, mujer…
¡no nos sintamos tristes!..
sigamos caminando
vida adentro,
con el recuerdo maravilloso
de una entrega adulta
que logró borrar todo
lo vivido hasta entonces.
Hay finales
que se transforman
en comienzos,
cuando tenemos fe
en la positividad
de los caminos.
¡Levanta tu morral!
Yo tengo el mío,
que a fuerza de costumbre,
ya forma parte
de la piel de mi espalda.
¡Partamos, pues!..
Y recuerda
que no hay oscuridad
porque llevamos
el sol en nuestras almas
y nunca estaremos solos
porque tenemos
plena consciencia
de nosotros mismos.
¿Y los fracasos?
¿Y las caídas?
¡Son una bendición!..
¡Hay que disfrutarlos!..
¡Buen viaje…
y hasta siempre, compañero!
Gracias por todo
lo que me enseñaste.
¿Sabes?
Te recordaré.
¡Cómo nos ha dolido
el dolor de los hombres
que han existido
sin saber vivir!..
apegados al grosor
de las doctrinas,
temerosos
hasta de sus sombras,
náufragos sin brazos
para alcanzar la orilla,
cajones de cosas
sin uso y sin destino,
fugitivos de la renovación,
muertos en vida.
Vienen de regreso
y sus débiles pasos
ni siquiera quiebran
las hojas del otoño.
¡Y cuánto hemos sentido
la tristeza
de esos niños que lloran,
soñando con un trozo
de pan recién horneado
o imaginando un hombro cariñoso
donde dejar las lágrimas
de su inexplicable soledad!
Hubo olores tan intensos
en la lejana infancia,
que se atrincheraron
en lo más sensible
de nuestros olfatos.
Eran olores de refinería
olores de mechurrios
suspirando estelas,
lanzando carcajadas a la brisa,
en permanente burla
hacia los explotados.
Y nuestros padres
todavía huelen
a esos olores del pasado.
¡Los salarios no valen
los que valen los sueños
de un hombre en plena juventud!
Muchos tocaron mi cuerpo,
pocos rozaron mi alma…
de los primeros,
olvidé los nombres,
los segundos
fueron más que hombres,
y a ésos, todavía los vivo
porque no se van con el atardecer.
Rozar apenas
es mucho más profundo que tocar
cuando se tiene sensibilidad.
Yo no recuerdo
los besos que di,
esos se diluyeron
en la humedad de mi piel…
yo pienso en aquéllos que no he dado,
porque son los que mantienen viva
mi inquietud por lo desconocido.
Todo presente, aunque bello,
siempre cae en las redes del pasado
y nunca será lo mismo
recordar que vivir.
Recordar, es camino trillado,
vivir, siempre es un paso
que empezamos a dejar atrás
todo lo que ha pasado.
Puede ser que el futuro
me traiga el final,
pero no estoy segura
y la duda es una tentación
que sólo los cobardes
se niegan a enfrentar.
Es probable
que después de la montaña esté la luz
y la quiero alcanzar.
No importará entonces que el cansancio
le coloque unos grilletes a mis pies,
porque vendrán los hombres
que rozaron mi alma en otro tiempo,
romperán mi esclavitud con sus alas
y yo seré libre definitivamente.
Madre,
no te detengas
a contemplar el horizonte,
mirando el reloj,
pensando en mi regreso…
Si llego…
¡bendito sea nuestro encuentro!..
Sabes que soy
soldado del camino,
al camino me debo
y pudiera caer a su vera
cualquier día.
¡No te tome por sorpresa ese día!..
y aunque el llanto te ahogue,
piensa en la intensidad
con que he vivido
y en la pureza
de este amor a los sueños,
que en tu vientre comencé a forjar.
Nosotros, los que hemos vivido
somos los herederos de la intensidad.