Escribía poesía encantadora
casi siempre seducía
con el sonido y los acentos
como besos sin labios propietarios
alas en un cielo de ángeles ajenos.
Su poesía enamoraba
mediante palabras
usadas diariamente
para ordenar, conspirar,
condenar, mentir
ofender,
blasfemar.
Las mismas palabras
desplegando
un brillo diferente
como si nunca las hubiéramos usado.
La mayor parte del tiempo
escribía versos
como lienzos de colores
los pétalos lloraban la lluvia
disimulando, con lágrimas ajenas
el dolor de sus jardines.
Palabras
lamentando el destino de los pájaros
condenados al vuelo
de quienes nunca aprendieron
a caminar sobre el ardor del asfalto.
Esta mañana me encontré
con uno de sus nuevos poemas
que no reconocí,
como si se equivocara de puesto
y ahora en una vieja librería
vendiera palabras usadas
en libros que nadie lee.
Fue entonces cuando comprendí
que incluso a los árboles magníficos
a veces los frutos les nacen muertos.
Percibo el poema como un lamento por la decadencia de un poeta que solía tejer versos encantadores y seductores. Su poesía, que solía enamorar, ahora se presenta como palabras cotidianas que pierden su brillo.
Me hace reflexionar sobre cómo las mismas palabras pueden adquirir significados nuevos y desgarradores, como lágrimas ajenas en un jardín dolorido.
Tus últimas estrofas plantean una metáfora poderosa sobre el declive del poeta y la tristeza de ver sus palabras caer en el olvido.
Si es este poema, si es este fruto, está muy vivo, aunque sea triste. A veces escribimos sobre cosas que no son encantadoras, ni coloridas sino dolorosas y oscuras, no porque sean hermosas, sino porque hay que hablar de ellas. Me parece un magnífico poema