Los espíritus de la piedra

Un poema de una belleza total, Juan Carlos… Desprende una emoción difícil de clasificar. Un abrazo.

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Muchas gracias Alda. Quizá en este poema se suman un libro que me encantó y una zona que conozco aunque me falte por visitar el pueblo en concreto donde se desarrolla la historia, un pueblo al que nunca llegó ni la carretera ni la luz y que se despobló por aislamiento.
Me alegra que te haya gustado. Un abrazo!

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Muchas gracias Carmen. Había conocido valles y pueblos muy cercanos a donde se desarrolla esta historia, y me regalan el libro. Cuando lo leí, no solo me encantó sino que me quedaron las ganas de llegar hasta ese pueblo completamente aislado y actualmente en ruinas, por el simple hecho de vivir la historia, el camino que tenía que hacer su último habitante hasta la “civilización” más cercana. Un abrazo!

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Hay cierto jardinismo en este poema que me fascina… La palabra “chopo” me gusta y, lo describiste tan bien, que, puede ver esos espinosos matorrales… Yo soy de los que piensa que, el poema, debe hacer que, quien lo lea, vea en su mente, las imágenes que se tan “pintando”… que cuando yo diga: “Una piel de aurora amelocotonada”, tú —como lector— logres ver toda esa lozanía níñica prepuberescente aun cubierta de esa ‘pelusidad’ cachética e infantil propia de los que aún no han amado.

Yo tengo una manía, una obsesión con las lijadas piedras redondas y con el agua —en movimiento— porque, creo que es un binomio que siempre van juntos… y donde hay piedras redondas y corrientes de agua, a juro y porque sí hay los verdolarios lamparones del musgo y del acetrinado liquen… Para mí, las imágenes de piedras verdecidas implican Medusa… jardines ruinosos… ¿Sabes?, esa belleza innombrada que se encarna en las cosas corroídas.

Tú dirás que estoy loco; pero… yo puedo pasar horas embelesado contemplando la dinámica U de una fuente… deleitándome en la renacuajidad habitando un prístino arroyo… casi que, hipnotizándome con el murmullo del agua. ¿No sé!, son cosas que me relajan y, en consecuencia es muy fácil poetizar sobre eso.

Tu poema fue como una de esas redondeadas piedras enverdecidas por el agua (¡Uf!, me relajé je, je, je… ¡Gracias por la terapia!).

Saludos.

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Muchas gracias Chane.
Los chopos o álamos -sirven las dos denominaciones- son árboles generalmente de ribera, su género es Populus y en donde se desarrolla la historia predomina la especie Populus tremula cuyas hojas tienen un peciolo largo que las balancea.
Te comento todo esto porque te he leído poemas muy botánicos y para que te hagas una mejor idea.

Respecto a las piedras, el agua, el musgo… me has recordado a un concepto literario que es el: Locus amoenus algo así como lugar idílico donde siempre hay agua y vegetación. Así que en cierto modo encuentras ese idilio. Para mí, todo lo que esté cubierto de verde ya tiene una belleza especial.
Saludos!!

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Yo no lo he leído y el poema me transmitió muchísimo …así de bueno es!
Me pregunto cuántos pueblos estarán en las mismas condiciones.

Es el retrato de una era, de una tendencia …el abandono de las pequeñas poblaciones rurales!

(Ojalá lo pueda conseguir, para leerlo!)

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¡Qué delicioso comentario el tuyo!, lo cual agradezco infinitamente… No sabía que ese concepto se llamaba así; pero… inconscientemente lo sabía… todo lo que es piedra, agua, musgo, sombra, va muy hilvanado a la inspiración poética y por ende, a las Musas.

¡De verdad, gracias! Me alebrestaste la musa renuente je, je, je

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Realmente bello este poema, @Ruache.

La lluvia amarilla de los chopos

Es una imagen potente, nítida y preciosa.

Un abrazo

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Muchas gracias Javier. Ya que fue un libro que disfruté mucho, traté de ponerle todo el cariño posible a estos versos. Un abrazo