Los álamos blancos, al caer la tarde,
repiten tu nombre en sus letanías
y te cuentan historias de vientos
que luego susurran en las frías noches
de un invierno largo.
Los álamos blancos se inclinan despacio
y te dicen cosas.
En los álamos blancos, hay oscuros pájaros
que alimentan tempestades negras.
Ya no se esconden en las frondas umbrías.
Vuelan abiertos en el aire,
revoloteando ansiosos a tu lado.
Y tú…inerme, vulnerable.
Pero ya no tienes que demostrar nada.
Tantas veces, a corazón abierto.
Tantas veces, tu corazón expuesto
a los rayos que no cesan,
al acecho de miradas que no ríen.
Solo quieren sacar lo amargo fuera
y amontonar tus huellas
sobre otras huellas.
Esos pájaros negros revoloteando a tu lado.
Y tú, a veces, sin saberlo.
No sirve de nada enterrar iniquidades
en un cementerio gris.
Del gris cemento siempre salen a flote,
enteras, ilesas.
No respires hondo.
No respires deprisa.
Ni lento.
Ni respires…
No respirar lo amargo.
Pasó ya ese tiempo
de adivinar formas en las nubes,
de esquivar palabras que disparan.
Disipa las brumas que ciegan
los ojos.
Esos blancos álamos te lamen la cara
con su savia ácida.
Con su orín rojizo de olvido metálico,
los pájaros negros.
Los álamos blancos
repiten tu nombre en sus letanías.
Y te cuentan historias…
(Tú, en la lejanía).
(Publicado en el antiguo Poémame. Agosto 2019)
Pintura: "Invierno en Andalucía (Bosque de álamos con rebaño en Alcalá de Guadaíra)"1880. Emilio Sánchez-Perrier
Museo Carmen Thyssen de Málaga.